El drama de la comunicación
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¿Cuánto tiempo al día pasas enviando mensajes?, ¿Cuánto de tu día consiste en leer y ver información?
Puede ser que recuerdes cómo era tu vida antes de WhatsApp,
o quizá ya creciste con ello. Los que vivimos intensamente la comunicación
escrita analógica, esa que tarda en llegar lo que tardan los pasos, nos
acordamos de cómo era quedar con amigos, enviar noticias a la familia, proponer
una cita a un cliente, enviar una propuesta…
Por supuesto que el teléfono ya existía en nuestras vidas,
como un tipo de comunicación síncrona, casi presencial, en el que el tono de
voz, la cadencia, el ritmo… todo ese envolvente de la voz, otorga
características mágicas a nuestros mensajes.
Nos movemos en una aldea global, este término ya fue utilizado por el filósofo Marshall McLuhan, en el año 1968, para referirse al crecimiento exponencial de la interconectividad humana en una escala global, facilitada por los medios electrónicos de comunicación. De McLuhan me quedo con una gran frase:
“El medio es el mensaje”
“El medio es el mensaje”
Ha llovido mucho desde 1968 y han cambiado mucho nuestros
hábitos, el crecimiento exponencial es vertiginoso y puede ser que nuestras
cabecitas no den para tanto.
Hablemos del drama de la comunicación
La comunicación está predestinada a fracasar, si de verdad, que no exagero.
Si entendemos que comunicar es lograr que lo que hay en tu
mente se traslade de la manera más fiel posible a la mente de tu interlocutor, es
realmente difícil. Hay que esforzarse, tenemos que usar todos los recursos
disponibles e incluso no disponibles para lograr nuestros objetivos.
¿Y cuáles son los objetivos de la comunicación?
Ahí empieza el problema, el buen resultado de la
comunicación depende de lo claro que tenemos el objetivo.
Seguro que alguna vez te has encontrado a mitad de
conversación, dándote cuenta de que eso no era de lo que querías hablar y que
además estás en dirección contraria a lo que querías.
Cuántas conversaciones se tuercen, se malinterpretan, se
pierden en la nada y todo porque no existe una conciencia clara de para qué te
estoy hablando, qué quiero conseguir con mi mensaje.
Si ahora mismo abrimos nuestra bandeja de entrada de correo
y nos ponemos a leer el primer correo, ¿está claro su objetivo?, ¿sabemos por
qué merece la pena abrirlo, leerlo, decidir qué hacer?. Es posible que
encontremos muchos correos que no dejan claro para qué están escritos, quizá
incluso consigan un objetivo contrario.
Hace un par de semanas me llegó un correo de una persona con
la que trabajo a menudo, su objetivo aparente era contar conmigo para una
colaboración, pero la forma en que este estaba redactado, las palabras elegidas,
el tono que yo le iba poniendo a sus palabras, todo eso iba en dirección
contraria a que a mi me apeteciera colaborar.
Y la comunicación hoy, ¿nos ayuda a tener más claros los
objetivos?
Contamos con más medios, esto debería suponer una mejora en
las posibilidades de trasladar nuestros mensajes de manera adecuada, a mayor
número de medios más alternativas.
Cuando quiero motivar a alguien que está en la distancia, una carta es poca cosa, el teléfono ayuda bastante, pero una videoconferencia nos pone en un contacto casi presencial.
Si quiero trasladar una información precisa, en la que cada
palabra forma parte de una instrucción compleja, la comunicación escrita y
organizada es el mejor medio, un correo bien armado es el mejor medio, y digo
bien armado porque no vale cualquier correo, bien armado tiene que ver con
matices como el asunto, el tipo de letra, los espaciados, colores, longitud del
texto…
Los medios deberían ser nuestros aliados para lograr los objetivos, sin embargo:
- Escribimos correos que parecen mensajes de chat, telegráficos, carentes de estructura, sin objetivo.
- Participamos en reuniones por videoconferencia en las que nadie se conecta con cámara, no dan feedback y no participan.
- Usamos el teléfono solo para las urgencias, cuando suena nos sobresaltamos anticipando el desastre.
- Utilizamos el chat como si se tratase de un correo, enviando largos mensajes, dando por hecho que nuestro interlocutor está ahí esperando nuestros mensajes sin hacer otra cosa.
- Desaprovechamos nuestros contactos presenciales, sin conciencia del impacto que podemos tener si lo hacemos bien.
Son tantas las formas de perderse en la comunicación fallida,
y parece que las estamos recorriendo todas.
Desdramatizar el drama de la comunicación es:
- La comunicación está predestinada a fracasar si no nos esforzamos por hacerlo bien. Ten claro siempre tu objetivo y elige los medios adecuados para ello, prepara bien tus mensajes, respeta el poder de las palabras, atiende a tu lenguaje no-verbal y para-verbal.
- La comunicación es responsabilidad de quien la necesita, si esperas una información hace tiempo solicítala, si no te han dicho cuándo entregar el trabajo pregúntalo, si no te dan feedback pídelo.
- La escucha es el comportamiento más preciado y útil en la comunicación. Si quieres que te atiendan primero atiende, presta atención a todo lo que ocurre cuando hablas.
- Los medios deben ser tus aliados. Elige bien el medio y sobre todo úsalo bien, piensa en la receptividad de tu interlocutor.
- Reduce los mensajes y concéntralos. No satures a tu entorno, procura que tus comunicaciones sean de impacto, cuando hables (sea en un chat, correo o reunión) hazlo desde la conciencia de que estás usando un tiempo valioso para el otro.
- Acepta que cada persona tiene su forma de ver el mundo, cada persona entiende tu idea de manera diferente, esa es la gran dificultad pero también la gran riqueza, aprovecha para escuchar y para aprender del otro.
Y finalizo con otra frase de McLuhan, “formamos nuestras herramientas y luego estas nos forman”
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