Y miro...y sólo veo

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"Y miro, y sólo veo velocidad de vicio y de locura. Todo eléctrico: todo de momento. Nada serenidad, paz recogida. Eléctrica la luz, la voz, el viento, y eléctrica la vida. Todo electricidad: todo presteza eléctrica: la flor y la sonrisa, el orden, la belleza, la canción y la prisa" Miguel Hernández La verdad es que cuesta ver otra cosa, aunque existe una realidad calmada, tranquila, analógica aún, conectada con la naturaleza, que es lo que somos. Es difícil encontrar un tiempo para la calma y un lugar para la confianza en el ser humano, pero vamos a creer que existe. ¿Cómo no? Vamos a ponernos un propósito para este año que está aún desperezándose. Pero por favor, sencillo.

Gaman 我慢, aguantar con dignidad y resiliencia

A 2021 le tocó Mizu no Kokoro, en 2022 comencé a trabajar con Seijaku, este 2023 toca trabajar desde Gaman

 

Mizu no Kokoro, expresión japonesa que significa Corazón como el Agua, se convirtió en mi inspiración y mi guía para 2021. 

En este concepto, el agua se convierte en la metáfora de la calma poderosa, la capacidad de adaptarse a cualquier recipiente (be wáter my friend, que diría Bruce Lee). 

En otro artículo de este blog explico los 5 estados mentales que nos ayudan a mantenernos en ese estado de calma y al tiempo productividad (Atención, Conexión, Egoless, Equilibrio y Compasión)


Durante 2021 pude desarrollar a través de mis webinars una forma de recuperar la calma interior, de mantener la atención fuera y dentro a la vez, de practicar el “egoless” y entender lo que de verdad es la compasión.

Convertí este webinar en una forma de dar continuidad a las formaciones sobre mejora de nuestra productividad.


Mantener la calma productiva es todo un reto y Mizu no Kokoro una buena estrategia


Seijaku  静寂 llegó en 2022 a mi vida como una necesidad de poner orden en el caos (así es como se define este concepto). 

En un entorno en el que todo es multitarea, hiperconexión, multicanalidad y exceso de estrés, es necesario recurrir a antídotos para no volverse loco.

Yo utilizo desde hace años la metodología GTD (Getting Things Done), pero la capacidad de enfocarse en las tareas requiere algo más que una buena metodología y por ello indagué en un concepto para crear una pequeña estructura de apoyo a nuestras mentes dispersas.


1. Para practicar el Seijaku primero necesitamos contactar con nuestros PARADIGMAS, nuestras creencias limitantes, aquellas que nos dicen que estar ocioso es de vagos o que cerrar el correo electrónico está prohibido. Este es el momento de cazar los “es que”, “si, pero”, “no, pero” que habitualmente nos encorsetan y alejan de cualquier oportunidad de mejora.




2. Una vez que somos capaces de reconocer nuestra verdadera fuerza interior y desmantelar parte de los frenos internos y externos toca la segunda parte, las ACCIONES, encontrar alternativas a nuestro comportamiento habitual no es fácil, romper las rutinas y practicar con nuevas respuestas requiere de cierta dosis de creatividad y sobre todo mucha autodeterminación, necesitamos pasar del “hay que” al “voy a”.

3. Y por último, una vez encontrada la fuerza y la acción solo nos queda el PROPÓSITO, la brújula interior, el Ikigai que nos pone en contacto con nuestros verdaderos deseos.

Seijaku es Calma en medio del caos, serenidad en medio de la actividad, proactividad con control.

 

Y este año que acaba de comenzar ya me está reclamando que sume una nueva sabiduría japonesa, en estos pocos días de 2023 ya me he encontrado en unas cuantas situaciones que me piden paciencia, que espere, que aguante, pero no de manera sumisa, sino desde la dignidad de saber que esperar también es parte de una acción.

Gaman 我慢 es la capacidad de resistir ante la adversidad, es una resiliencia colaborativa, pues tiene siempre en cuenta al otro, para no dañarle, para mantener la armonía.

He escuchado a veces definir a los japoneses como insensibles, poco empáticos, en realidad se trata de su forma de mostrar la calma y el control ante las desgracias. Seguro que recordamos cómo fue la reacción del pueblo japonés ante el terremoto del 2011, nos sorprendieron con su forma de reaccionar, desde una manifestación absolutamente controlada del sufrimiento.

Por supuesto que esta sabiduría ante la adversidad no la encontramos solo en el estilo de vida oriental.

Cuando en mis formaciones explico el Círculo de Influencia y de Preocupación, de Stephen Covey, al llegar al espacio de aquello que no podemos controlar, donde toca aceptar lo que no podemos cambiar, me viene a la mente la conocida plegaria de la Serenidad: "Señor, concédeme la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y sabiduría para reconocer la diferencia”.

El gaman sirve para esos momentos dramáticos, pero también sirve para el día a día, convirtiéndolo en una serie de estrategias que nos sirven para lidiar con aquello que escapa de nuestro control.

 

¿Siempre Gaman?

La resiliencia nos vuelve duros como el metal, de ahí procede el concepto, de la cualidad del acero, que se vuelve más resistente cuando lo golpeas.

El gaman funciona en su justa medida, el punto de equilibrio entre el descontrol y el exceso de control es delicado.

Controlar las emociones impidiendo que se expresen tampoco es bueno, por eso es importante desarrollar estrategias para:

  • Tener una buena conciencia emocional, identificando las emociones que nos visitan, su relación con lo que nos sucede, su magnitud y coherencia.
  • Tener un concepto de uno mismo que refuerce nuestra dignidad, para poder defender nuestros derechos.
  • Contactar con nuestro cuerpo, con nuestro pensamiento y reconocer sus señales.   
  • Contactar con otros, desde el interés real, la empatía y compasión
  • Ajustar nuestras reacciones al entorno, a nuestras capacidades y posibilidades.
  • Dar salida a nuestras tensiones y emociones de manera armónica con el entorno y sostenible para nuestro sistema.  
  • Expresar de manera respetuosa reconociendo nuestras limitaciones para lograr cambios en otros.

A veces apetece que gritar, tirarse de los pelos, patalear ... , pero en esos momentos lo que sirve es aguantar hasta que pase, ya habrá tiempo para el desahogo, y sobre todo ya habrá forma de acomodar nuestra reacción a lo que realmente deseamos y aquello que nos ayuda a lograrlo dignamente.

 

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