Es fácil dejarse llevar por la urgencia Es habitual perder el foco Es contagioso perder la paciencia Por eso necesitamos recuperar la CALMA Sin renunciar por ello a la productividad personal Aquí dejo el enlace a un artículo que publiqué hace un tiempo en el blog El Canasto CALMA productiva
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Tiempo al tiempo
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Mi padre era relojero, relojero diplomado, como le gustaba
recalcar, fue uno de los primeros estudiantes a distancia, se sacó el título de relojería por
correspondencia, a principios de los 60.
Trabajaba arreglando relojes para varias tiendas, era
algo así como un relojero freelance. Tenía el taller en casa, en su mesa de relojero, con todos esos frasquitos
y herramientas diminutas: en un cajón cientos de repuestos de cristales de
distintos calibres, cada uno en su sobre de papel amarillento; en otro cajón espirales, tijas y las fascinantes cajitas con
rubíes. Sobre la mesa la campana de
cristal, el frasco de gasolina, el aceite… y la lupa.
Pasaba larguísimas horas encorvado sobre la mesa, con la lupa
calada en el ojo izquierdo.
Cada día se enfrentaba al reto de poner a punto dos, tres,
cuatro relojes, a veces más, con prisas por el compromiso de entrega de la
relojería para la que trabajaba.
Y todo esto
compartido con su otro trabajo, el de siempre y antes, guardagujas en la estación de Atocha.
Mucho trabajo para un
solo hombre, poco tiempo para tanta tarea, así era el pluriempleo de los
60.
Pero a mi padre nunca le faltó el tiempo, ni la sonrisa en
la cara, ni la paciencia infinita. No sucumbió a las prisas, no dejó que la
angustia de no llegar a tiempo le borrara el gusto por lo que hacía. Era un
hombre organizado.
Han cambiado muchas cosas desde entonces:
·Ahora los relojes son digitales, nuestra vida también lo es y con ello nuestra percepción
del tiempo. El paso de nivel 1 de alerta a nivel 2 es inmediato, de la no
urgencia a la urgencia, del posible al ya, es el síndrome del cortoplacismo. El tiempo transcurre a saltos o así
lo parece, por eso hay que llevarlo de las riendas, para que no se nos desboque.
·Ahora no reparamos el reloj,
directamente lo cambiamos por uno nuevo.
Todo envejece rápidamente, la tecnología viene con obsolescencia programada, el tiempo también envejece rápido. Si
no aprovechas la oportunidad pasa volando, todo es vertiginosamente cambiante y
fugaz.
·Ahora el reloj ha quedado desplazado por otros medios que marcan nuestro paso,
los correos electrónicos marcan nuestro ritmo de trabajo, el whatsapp nuestras
miradas al móvil, el móvil nuestra vida.
Tres claves para
llevarse bien con el tiempo de hoy
1.No te saltes los minutos. El tiempo
tiene vacíos que se pierden si no eres consciente de que existen. Lo digital
nos hace pasar de 1 a 2 de un salto, lo analógico nos permitía ir viendo el
avance de la manecilla lentamente.
Para ello es importante:
·Divide las tareas en sus partes
·Divide los momentos de trabajo
·Divide el correo en carpetas
·Clasifica las tareas por categorías
2.Se
consciente de lo fugaz. Ni los buenos momentos ni los malos duran para
siempre. Aprende a disfrutar de los buenos momentos, de los que se escapan de
las manos si no los retienes. Aprende a esperar que pasen los malos momentos,
con paciencia, sin perder el paso.
Para ello es importante:
·No perder de vista lo que realmente quieres y lo
que realmente necesitas
·Tener claro para qué estás haciendo lo que haces
·Buscar experiencias y tareas que te hacen
disfrutar
·Repara tu reloj
3.No dejes
que los medios marquen tu paso. Es
fácil llegar al trabajo, encender el ordenador y ponerse a responder el correo,
pero eso no es siempre lo que tienes que hacer.
Para ello es importante:
·Decide cuándo abrir y cuándo no abrir el e-mail,
desactiva la alarma de correo entrante.
·Mantén unas pautas para abrir el whatsapp o las
redes sociales, una mínima disciplina para no dejarte seducir por su atractivo
a la primera llamada.
·No le quites el áncora al reloj, pues pasará un
día sin que te des cuenta. Marca el paso del tiempo con tu actividad. No te
dejes llevar por urgencias ajenas.
Y aquí os dejo este corto, El tiempo al tiempo, testimonios y reflexiones de un relojero sabio.
Recuerda que tu tiempo es realmente lo único que tienes, cuando se te acabe....
Es bello el relato, cómo describes los oficios de tu padre, seguro que como guarda agujas tendrás muchos mas relatos, de muchas de las experiencias que se viven entre raíles. El tema del pluriempleo en los años 60, me recuerdan a mi padre que tambien trabajaba en la renfe, era cantero y herrero. Hablas de tiempo, ¡Cuantas historias encierra el tiempo! Que biblioteca tan infinita. Un saludo
Es bello el relato, cómo describes los oficios de tu padre, seguro que como guarda agujas tendrás muchos mas relatos, de muchas de las experiencias que se viven entre raíles. El tema del pluriempleo en los años 60, me recuerdan a mi padre que tambien trabajaba en la renfe, era cantero y herrero. Hablas de tiempo, ¡Cuantas historias encierra el tiempo! Que biblioteca tan infinita. Un saludo
Cierto Luis María, el tiempo es un gran escultor de historias, cuando las historias son de nuestra familia, de nuestros padres, contarlas es mantenerlos aún vivos. Cuando era pequeña, algunas veces íbamos a Atocha a llevar la comida a mi padre, a la caseta de guarda agujas a la salida de la estación. Yo recuerdo el olor a petróleo (para limpiar los mecanismos y engranajes) y el ruido, ese ruido de máquina que traquetea para mover algo importante.En la puerta de la caseta, una parra, de buena uva. Mi padre siempre fue sembrando, plantando, podando allá por donde pasó. Acabó su vida laboral como jefe montador de enclavamientos en el ramal de Móstoles, en los márgenes de la vía del tren sembraba huertos. Tenía uno precioso nada más salir de la estación de Alcorcón, regaba con agua de lluvia, que recogía en varios depósitos, entre ellos una bañera. Llegaba a casa de trabajar con unas acelgas bajo el brazo y un ramito de hierbabuena, siempre con ese brillo sano en los ojos. Manuel, mi padre, un ferroviario relojero y hortelano, porque el tiempo es lo único que existe.
"Y miro, y sólo veo velocidad de vicio y de locura. Todo eléctrico: todo de momento. Nada serenidad, paz recogida. Eléctrica la luz, la voz, el viento, y eléctrica la vida. Todo electricidad: todo presteza eléctrica: la flor y la sonrisa, el orden, la belleza, la canción y la prisa" Miguel Hernández La verdad es que cuesta ver otra cosa, aunque existe una realidad calmada, tranquila, analógica aún, conectada con la naturaleza, que es lo que somos. Es difícil encontrar un tiempo para la calma y un lugar para la confianza en el ser humano, pero vamos a creer que existe. ¿Cómo no? Vamos a ponernos un propósito para este año que está aún desperezándose. Pero por favor, sencillo.
Hace años que me gusta enviar felicitaciones de Navidad por estas fechas, reconozco que la Navidad no es lo mío, no es una época que me haga especialmente feliz, quizá sea el frío (yo soy más de calor), o la luz (eso de que sea de noche a las 17:30 me descoloca), pero lo cierto es que no soy una persona especialmente navideña. Si que reconozco que es una época con un gran poder de conexión, nos conectamos más familiarmente, más allá de los regalos y las comidas navideñas, vemos y hablamos con personas con las que hace tiempo que no teníamos contacto. También es una época de conexión con nuestros propios deseos, nuestros anhelos y nuestros propósitos, aunque luego queden en agua de borrajas . Hace unos 15 años, en uno de estos momentos de preparación de la Felicitación Navideña, se me ocurrió coger trocitos de lienzo, pintarlos y escribir una frase para enviárselos a mis clientes y amistades. Lo pasé bien, jugando con colores y brillos. Me costó encontrar la frase... Finalmente la ...
Hace unos días un cliente me comentaba, “estoy muy preocupado por mi equipo, creo que uno de los chicos me está engañando, en sus partes de trabajo hay horas en las que no hace nada y las infla con partes de trabajo que son erróneos, no confío en él” Yo le pregunté a cerca de su deseo, “ ¿Qué quieres que suceda?” A lo que él me respondió, “Quiero que deje de hacerlo, y que no se vaya, es una persona valiosa, el mejor en su trabajo, técnicamente el más preparado y no puedo prescindir de él ahora” Es posible que a alguien le suene esta escena, la haya vivido alguna vez o haya sido testigo de un relato similar. Un empleado valioso, que quizá ni siquiera sabe que lo es, que supuestamente realiza bien su trabajo y que también supuestamente está engañando a su jefe y a sus compañeros para hacer ver que trabaja más que lo que realmente hace. ¿Quién es el "culpable"? Recuerdo en mis primeros tiempos como formadora que utilizábamos una dinámica para la discusión en grupo, ...
Es bello el relato, cómo describes los oficios de tu padre, seguro que como guarda agujas tendrás muchos mas relatos, de muchas de las experiencias que se viven entre raíles. El tema del pluriempleo en los años 60, me recuerdan a mi padre que tambien trabajaba en la renfe, era cantero y herrero. Hablas de tiempo, ¡Cuantas historias encierra el tiempo! Que biblioteca tan infinita.
ResponderEliminarUn saludo
Es bello el relato, cómo describes los oficios de tu padre, seguro que como guarda agujas tendrás muchos mas relatos, de muchas de las experiencias que se viven entre raíles. El tema del pluriempleo en los años 60, me recuerdan a mi padre que tambien trabajaba en la renfe, era cantero y herrero. Hablas de tiempo, ¡Cuantas historias encierra el tiempo! Que biblioteca tan infinita.
ResponderEliminarUn saludo
Cierto Luis María, el tiempo es un gran escultor de historias, cuando las historias son de nuestra familia, de nuestros padres, contarlas es mantenerlos aún vivos.
EliminarCuando era pequeña, algunas veces íbamos a Atocha a llevar la comida a mi padre, a la caseta de guarda agujas a la salida de la estación. Yo recuerdo el olor a petróleo (para limpiar los mecanismos y engranajes) y el ruido, ese ruido de máquina que traquetea para mover algo importante.En la puerta de la caseta, una parra, de buena uva. Mi padre siempre fue sembrando, plantando, podando allá por donde pasó.
Acabó su vida laboral como jefe montador de enclavamientos en el ramal de Móstoles, en los márgenes de la vía del tren sembraba huertos. Tenía uno precioso nada más salir de la estación de Alcorcón, regaba con agua de lluvia, que recogía en varios depósitos, entre ellos una bañera. Llegaba a casa de trabajar con unas acelgas bajo el brazo y un ramito de hierbabuena, siempre con ese brillo sano en los ojos. Manuel, mi padre, un ferroviario relojero y hortelano, porque el tiempo es lo único que existe.