A: “Tienes que ser más
respetuoso, a veces no te das cuenta de que transmites agresividad en tu tono
de voz, puede que tu intención no sea esa, pero consigues que la gente se
asuste y se ponga a la defensiva”
B: “¿Yo?, qué va!! Lo
que pasa es que soy muy sincero y digo las cosas claras, sin hipocresías como
hacen otros".
¿Alguna vez has escuchado
una conversación como esta?, ¿o la has tenido?
Tenemos una
estupenda capacidad para protegernos y justificar nuestros comportamientos,
para “echar balones fuera”, incluso para no ver lo que no queremos ver. Nos
cuesta mucho tomar conciencia de lo que nos sucede, de lo que provocamos e
incluso de lo que somos.
Confundimos sinceridad con "sincericidio", nos atrincheramos tras lo que decimos que somos para justificar nuestro miedo a vernos como nos ven los otros.
Como decía
Daniel Goleman en su libro “El Punto Ciego”, “Todo esquema selecciona
implícitamente lo que advertimos y lo que no advertimos, porque el hecho de
orientar la atención hacia una determinada pauta de significado supone ignorar
el resto”. Seleccionamos las
experiencias para que cuadren con nuestros esquemas mentales, aplicamos filtros
para percibir aquello que encaja en nuestras creencias, percibimos solo a lo
que atendemos.
Todos
tenemos secretos para nosotros mismos, zonas ocultas de nuestra personalidad a
las que no tenemos acceso, algunas de estas zonas sin embargo pueden
manifestarse a los demás y no a nosotros mismos, es lo que se llama la “zona
ciega” o “punto ciego”.
EL PUNTO CIEGO
El punto
ciego es un fenómeno físico, es un espacio en el que los ángulos de visión no
llegan a converger, dejando un ángulo muerto, como ocurre con los retrovisores
de los coches. Tiene una explicación biológica, las células visuales de nuestra
retina (conos y bastones) no recubren por completo el globo ocular, hay una
zona en la parte posterior, junto al nervio óptico, en la que no existen estas
células. Afortunadamente la zona ciega de un ojo es suplida por el otro ojo,
que si accede a ese punto de visión. Pero incluso si miramos por un solo ojo,
la información que falta es complementada por la recreación visual que realiza
nuestro cerebro.
¿Quieres
comprobarlo?, realiza este ejercicio
Tapa tu ojo
derecho, y sitúa el papela unos 30 cms
de ti. Mira fijamente al cuadrado y mueve el papel acercando y alejando,
llegará un momento en que el círculo de la derecha desaparecerá a tu visión.
Este
fenómeno de clara explicación biológica, tiene su paralelismo en la percepción
de nosotros mismos.
La forma en
que nos relacionamos con nuestro entorno viene en gran medida determinada por
la magnitud de nuestro “punto ciego personal”, o en otras palabras por la
magnitud de nuestra conciencia.
El término
CONCIENCIA se refiere a la capacidad de conocer o darse cuenta. A lo largo de
la historia de la filosofía y la psicología, se ha explorado la conciencia como
un resultado de la percepción de uno mismo, como una forma de diferenciación de
lo que nos rodea, pero también el resultado de la interacción con lo que nos
rodea.
Se ha
estudiado cómo la capacidad de tomar conciencia, de atender, de comprender y
reaccionar, está íntimamente relacionado con lo que llamamos Inteligencia
Práctica.
Incluso en
entornos donde la atención al entorno es crucial, se han elaborado modelos de
actuación como la Conciencia Situacional, un concepto ligado al mundo de la
seguridad en el ejército y la aviación.
TOMAR CONCIENCIA
La toma de
conciencia es el paso previo al movimiento hacia el cambio. El reconocimiento
de que la realidad que sucede no es la que debería suceder, la conciencia de
que algo no va bien es el disparador del cambio.
El momento
en el que identificamos lo que no va bien dentro de nosotros, equivale a un “momento Eureka”, de descubrimiento de lo que
no conocíamos. Sin embargo este puede ser un momento doloroso, pasar de la
ignorancia de nuestros errores a su reconocimiento (aunque sea en privado y sin
testigos) no es una experiencia agradable, de hecho la mayoría nos ponemos a la
defensiva cuando la toma de conciencia procede del juicio de otros.
¿Cuándo ha
sido la última vez en que has reaccionado mal ante una crítica?
La crítica
es una malísima forma de hacernos entrar en conciencia a alguien, sobre todo si
esta no se realiza de manera adecuada. Cuando sentimos que algo ataca a
nuestros paradigmas, esos que nos defienden para no ver lo que no queremos ver,
nos sentimos atacados y reaccionamos cual animalillo del bosque, emprendiendo
la huida si nos sentimos débiles o atacando si nos sentimos depredadores.
Sin embargo,
hay críticas que traspasan nuestras barreras y nos zarandean para plantarnos
delante de nuestra incompetencia, esas son las palabras poderosas, que nos llevan
a la conciencia saludable de nuestro error, nuestra necesidad de cambio y
nuestra posibilidad de hacerlo.
DESPUÉS DE TOMAR CONCIENCIA
Ojalá, el
simple hecho de darnos cuenta operase milagrosamente sobre nuestro
comportamiento y abriese las puertas a nuevas formas de actuar, más adaptadas a
nuestro entorno y sobre todo más sostenibles.
Desafortunadamente, si a la toma de conciencia se la deja sola,
solo ha provocado un dolor innecesario, una desazón que se resuelve volviendo a
tapar lo que hasta ahora no se veía.
Por ello,
tras la conciencia necesitamos de la COMPRENSIÓN de cómo funcionan las cosas,
cómo lograremos el resultado deseado, los pasos que hay que dar llegar a la
meta, a lo que queremos que pase.
“Si, ya se
que mi sinceridad arroya y a veces asusto a la gente, pero no se cómo hacerlo,
llevo toda mi vida siendo así y no voy a cambiar a estas alturas”
Esto es lo
que en Coaching se llama la “declaración de quiebre”, la conciencia expresa de
que algo no va bien. Cuando aparece acompañada de un “no se”, nos abre la
verdadera perspectiva a aprender, cuando se acompaña de un “no puedo”, nos abre
la perspectiva de la exploración de capacidades, y cuando se acompaña de un “no
lo voy a hacer”, nos sitúa ante una nueva toma de conciencia, la de la necesidad.
A: “¿Cuántos problemas te ha traído que la gente
interprete mal tu sinceridad?
B: “He llegado a perder amigos”
A: “¿Crees que esto puede cambiar?”
A: “Me gustaría”
Necesidad,
deseo, predisposición… son imprescindibles para el cambio.
Pero además,
necesitaremos del Compromiso por el cambio.
En muchas
ocasiones, los participantes de mis talleres, me piden consejo sobre la forma
de hacer que alguien de su equipo cambie un comportamiento, que es dañino y del
que tendría que tener conciencia. Normalmente, a través de la exploración,
ellos mismos llegan a estas conclusiones:
- ·
No
des feedback sin pedir permiso antes
- ·
No
critiques, muestra tu percepción como una visión igualmente subjetiva y no como una realidad aplastante
- ·
No digas al otro lo que tiene que hacer, ni aconsejes, solo ofrece tus alternativas de respuesta como propuesta
Y por
supuesto:
- ·
Ayuda
a tomar conciencia, interesándote realmente por el otro
- ·
Ayuda
a comprender, relacionando comportamientos y resultados
- ·
Ayuda
a comprometerse, aclarando la necesidad real de cambio
A: “¿Cómo ha ido tu conversación con C?”
B: “Fatal, se ha ido dando un portazo”
A:¿y eso?, ¿qué ha pasado?
B: “Nada, yo sólo le he dicho que es un
vago y no me ha ayudado nada en el informe”
A:”¿Y tú qué querías que pasara?
B:”Quiero que me ayude más, que colabore”
A:”¿Crees que lo has conseguido?”
B: “No creo”
A: “Vaya, pues cómo es que se te ha ido
de las manos?”
B:”No se me ha ido de las manos, es que
C es así de dramático”
A: “Claro, tu ya sabes cómo es, ¿cómo
puedes hacer entonces para que no se ponga dramático?”
B: “No se, quizá podía haberme cortado
un poco”
A: “¿Haberte cortado?”
B: “Si, habérselo dicho de otro modo”
A: “¿Y qué te ha impedido hacerlo?
B: “No se, yo soy así, muy sincero y
digo las cosas de sopetón, sin medir mis palabras”
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