Hace 20 años muy poca gente en este país sabía lo que era el coaching, hoy día podemos encontrar ese concepto hasta en las revistas del corazón.
El coaching ha logrado una gran popularidad en los últimos años, han surgido gran cantidad de escuelas e institutos que se dedican a formar y certificar futuros coach, incluso hay distintos modelos de coaching: sistémico, deontológico, directivo, transpersonal...
En este rápido crecimiento, el mercado se ha visto inundado de coachers, profesionales algunos y otros no tanto que ofrecen sus servicios de manera individual o a través de empresas, como herramienta de desarrollo personal y profesional
Este vertiginoso crecimiento del mundo del coaching tiene su razón de ser: los procesos de formación han evolucionado, se han diversificado y se han ido dirigiendo cada vez con más puntería a necesidades concretas, buscando lo que es preciso poner a punto en la persona, aquello que realmente debe y puede cambiar.
En este marco de necesidad surge el coaching como un modelo de desarrollo que se apoya en metodologías que provienen de distintas escuelas y modelos psicológicos, como la gestalt o la PNL.
El coach orienta su esfuerzo a sacar a la luz el potencial de las personas y a facilitar su desarrollo de manera que es el propio coachee el que descubre, decide, propone, se compromete, actúa y logra el cambio necesario.
Pero no todo lo que llamamos coaching es coaching
El coaching no es terapia, para eso están los terapeutas y hemos de respetarlos, aunque podemos encontrar terapeutas que ejercen como coach.
El coaching no es formación, para eso están los formadores. Formar es lograr cambios en el conocimiento, habilidad o actitud aportando información, entrenamiento, reflexión o induciendo creencias. Pero un formador puede utilizar la metodología del coaching para formular preguntas poderosas que generen la reflexión.
El coaching no es acompañar a alguien dándole los recursos necesarios para adaptarse a una nueva situación o para incorporarse a un equipo, eso lo hacen los mentores, que ponen a la persona en disposición de obtener recursos materiales y personales, formando a veces, entrenando otras, facilitando contactos y relaciones.
El coaching no es entrenamiento, para eso están los entrenadores, que diseñan métodos para lograr poner a punto una habilidad específica, logrando un elevado desempeño.
Un coach no es un conferenciante, ni un adivino, ni un echador de cartas...
Un buen coach es lo más parecido a ese diálogo interno que se nos instala en la cabeza, pero que nos fuerza a responder las preguntas que nos hacemos, es alguien que dirige nuestra atención hacia aquello que tenemos ante los ojos sin verlo, es alguien que te ayuda a mantener el pulso cuando quieres apuntar a tu objetivo, es un motor de cambio pero sin dirección, porque la dirección la pone el propio coachee.
¿Cómo saber entonces si estoy ante un buen coach?
Ni un título ni un certificado son garantía de un buen coach, un buen coach es aquél que:
Nos hace sentir cómodos, confiados, aunque a veces sus preguntas nos tensen.
Nos hace sentir dueños de nuestras decisiones, sin manipularnos, aunque a veces nos haga sentir zarandeados.
Nos hace movernos más allá de lo que pensamos que podíamos hacer.
Nos pone en el camino del buen resultado, del que deseamos de verdad.
Comentarios
Publicar un comentario